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Lectura

de Philippe Sands

Londres, Reino Unido, 1960

La última colonia

Todo tan lejos

En octubre de 2024, la BBC informó que el Reino Unido cederá la soberanía del archipiélago de Chagos a la República de Mauricio. Los mauricianos son alrededor de 1,2 millones de habitantes en poco más de dos mil kilómetros cuadrados de islas e islotes, semejantes a pecas en el  rostro del océano Índico. Lo más cercano para ellos es la isla Reunión (departamento de ultramar francés), a ciento setenta y cinco kilómetros, o las Seychelles y Madagascar, a las que se llega por avión en unas dos horas y media. Si lo que quieren, en cambio, es pisar suelo continental, deben recorrer alrededor de cinco mil kilómetros hasta la India o unos tres mil hasta Sudáfrica. En la pantalla del computador es necesario ampliar el mapa para que se distingan las manchitas territoriales de Mauricio, pero es una invisibilidad cartográfica que no hace justicia a su atractivo como destino turístico ni a su relevancia como paraíso fiscal. Mucho menos a su ubicación estratégica para albergar una base militar estadounidense, causa de que los británicos no respetaran la integridad territorial mauriciana cuando otorgaron la independencia en 1968: está localizada en la isla Diego García y allí permanecerá por los menos durante los próximos noventa y nueve años, según los términos negociados por Londres y Port Louis.

 

A finales de la década de los sesenta, el archipiélago de Chagos pasó a constituir el Territorio Británico del Océano Índico y con su creación Londres no solo ignoró la Resolución 1514 (1960) de la Organización de las Naciones Unidas sobre la indivisibilidad del territorio de un país colonizado, sino que cometió un crimen contra la humanidad, pues desde la primera Asamblea General de la ONU, en diciembre de 1946, ya se tipificaba como tal la deportación. En 1968, Mauricio se convirtió en el 125° miembro de la ONU, pero sin Chagos, que a su vez se quedó sin habitantes por orden de los británicos. De sus residentes ancestrales, únicamente permanecieron las gaviotas para presenciar la construcción de la base estadounidense y, tiempo después, el despegue de bombarderos con destino a Irak (2003) y las escalas de los vuelos con prisioneros de la CIA.

En Colonialismo. Historia, formas, efectos (2019), sus autores, Jürgen Osterhammel y Jan C. Jansen, recuerdan que el colonizador europeo no tenía el monopolio de la iniciativa, pese a que gozaba de dominio político y superioridad económica, mayor poder de fuego y predominio cultural. “En realidad, la situación colonial dibuja una lucha continua de todos los participantes sobre las posibilidades de acción. Entre los colonizados era siempre un combate sobre la dignidad humana”. El que libraron los chagosianos y los gobernantes de Mauricio por su dignidad y soberanía duró varias décadas en las cortes londinenses e instancias de la ONU, hasta que, el 22 de mayo de 2019, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 73/295, exigiendo que “el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte retire su administración colonial del archipiélago de Chagos de manera incondicional en un plazo no superior a seis meses desde la aprobación de la presente resolución, a fin de que Mauricio pueda completar la descolonización de su territorio con la mayor rapidez posible”.

 

La última colonia (2022), de Philippe Sands, es la crónica de esa lid.

Biografía

Es escritor, abogado y profesor de Derecho Internacional en el University College de Londres. Ha intervenido en destacados juicios internacionales celebrados en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, la Corte Internacional de Justicia, la Corte Penal Internacional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Entre los casos en los que ha participado destacan el juicio al dictador chileno Augusto Pinochet, los crímenes de guerra en Yugoslavia, el genocidio de Ruanda, la invasión de Irak, las torturas de la prisión de Guantánamo y las disputas en torno al archipiélago de Chagos, entre otros. Es autor de los ensayos Lawless World, sobre la ilegalidad de la guerra de Irak, y Torture Team, sobre el uso de la tortura por parte de la administración Bush. Es colaborador habitual de publicaciones como Financial Times, The Guardian, The New York Review of Books y Vanity Fair, y comentarista de la CNN, la MSNBC y el BBC World Service // En Anagrama.

Entrevista

“Parte de mi trabajo es estratégico en este sentido: valoro el orden jurídico internacional y lo que representó el momento de 1945. Quiero cultivarlo, protegerlo y salvaguardarlo, pero me he dado cuenta de que la comunidad del derecho internacional, conformada por Estados, académicos, etc., no bastará para lograrlo. Necesitamos el respaldo de un público más amplio. Ese es el hilo conductor de toda mi obra: la relación entre los grandes acontecimientos políticos, los tecnicismos jurídicos y la dimensión humana” // En revista política&prosa.

Entrevista

“… los escritores tienen un rol fascinante, porque llenan un vacío, una suerte de brecha que existe entre las personas y los acontecimientos, algo que a los tribunales se les escapa. Al narrar una historia, la literatura nos permite acceder a un conocimiento diferente ante la naturaleza de los hechos (…) La literatura tiene, en definitiva, una relación con el Derecho. ¿Acaso un buen libro no es probablemente mucho más útil que un veredicto judicial para generar conciencia?” // En La Nación.

La potencia de la Maxim

A mediados del siglo XIX, aparte de unas pocas factorías costeras, África era la última hoja en blanco en el atlas imperial del mundo. Al norte de El Cabo, las posesiones británicas se limitaban a África Occidental: Sierra Leona, Gambia, Costa de Oro y Lagos; la mayoría de ellas eran remanentes de las batallas a favor y en contra de la esclavitud. Sin embargo, en veinte años a partir de 1880, diez mil reinos africanos tribales se convirtieron en cuarenta estados, de los cuales treinta y seis estaban bajo el control directo europeo. Nunca en la historia humana ha habido una redefinición tan drástica del mapa de un continente. Hacia 1914, exceptuando a Abisinia y Liberia (esta última una casi colonia estadounidense), todo el continente estaba sujeto a alguna forma de dominio europeo. Aproximadamente un tercio era británico. Este proceso se llamaría más adelante “el reparto de África” // Por Niall Ferguson (El imperio británico. Cómo Gran Bretaña forjó el orden mundial).

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Siempre estaba comprando nuevos libros, más rápido, lo reconozco, de lo que mi capacidad de lectura me permitía leerlos. Pero mientras estuviera rodeado de ellos, eran garantes de una vida más amplia, mucho más preciosa y necesaria de la que me veía obligado a llevar cada día. Si era imposible mantener siempre esa vida superior, por lo menos podía tener sus signos al alcance de la mano"

Saul Below

El hombre en suspenso

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