Algunas molestias
- Francisco Vallenilla
- 12 ene
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 17 abr
300 palabras sobre Beowulf, de Bryher

Huele a polvo húmedo y a ladrillo quemado. Están limitadas las compras y en la doble oscuridad impuesta por la noche y la obligación de asfixiar hasta la luz más tenue, las siluetas humanas evocan un dibujo espectral de Goya. Sin embargo, al llegar de nuevo el día, el hombre que va junto al coronel Ferguson en el autobús no deja de leer su periódico, ajeno al paisaje de ruinas y casas temblorosas, ni Adelaide Spenser ha creído innecesario pasarse una hora probándose sombreros. Tampoco el viejo Rashleigh ha modificado su rutina de ir a lo de Dobbie para comprar té y mucho menos la señorita Tippett ha dejado de servir sus pasteles en Warming Pan. Al saludarse cualquiera de ellos, se escucharían, después de los buenos días, cosas así: “¿Cómo está hoy? Tuvo una noche intranquila, me temo” o “Espero que no haya sentido demasiado el alboroto en la noche”, como si se refirieran a una tormenta eléctrica y no al Blitz. Si los laboriosos espías de Hitler hubieran prestado más atención a frases como las recreadas en Beowulf (1948) por la novelista Bryher, en Berlín habrían comprendido mucho antes que la victoria más allá del Canal de la Mancha era imposible. “Solamente (…) había una forma de que Alemania venciera en 1940, y era mediante el colapso de la fibra moral y la voluntad de resistencia del gobierno y la población británicos, que nunca se produjo”, afirma Fernando Quesada Sanz, historiador militar de la Universidad Autónoma de Madrid, en su artículo “Los mitos de ‘los pocos’ y ‘nosotros solos’. O de por qué la Alemania nazi no podía ganar la batalla de Inglaterra”. No perder el ánimo, piensa la señorita Tippett: “Eso era lo importante, la diferencia que separaba a Inglaterra del continente aun mejor que el Canal”.