Bienvenida del extraño
- Francisco Vallenilla
- 11 mar
- 2 Min. de lectura
300 palabras sobre El fallo, de Antonis Samarakis

La operación encubierta en el Café Deportivo ha salido mal. Uno de los sospechosos está muerto y el otro —el que más se ajustaba a la descripción del soplón y estaba tomando coñac como cualquier vecino cuando lo apresaron— se muestra tranquilo en los interrogatorios y da la impresión de que ni aun sometiéndolo a técnicas más eficaces confesará. Los servicios secretos no poseen ninguna prueba contra él, como tampoco hallaron nada comprometedor en el abatido en la calle, pero persiste la impresión policíaca de que este es el hombre. Por eso, de la Central han instruido poner en marcha el plan, que consiste en trasladar al subversivo hasta la capital en una atmósfera de despreocupación, amigable. Viajará escoltado por dos agentes que aparentarán ser simples funcionarios policiales cumpliendo una formalidad. La clave —les explica su superior— es que el detenido no intuya la menor afectación, porque para que el plan se ejecute con éxito lo paradójico es que no ocurra nada. Es una estrategia sutil de cambios de temperatura, ora frío, ora caliente, para provocar un hundimiento en el hombre. “Es la primera vez, lo repito y lo subrayo, que se va a poner en ejecución el plan, que se va a poner a prueba su eficacia para casos similares en el futuro. El honor y la responsabilidad que contraemos son enormes”. Antonis Samarakis publicó El fallo en 1966 y tiende un hilo de lectura que, en el presente, me conduce a La pasión de los extraños (2025), de la filósofa Marina Garcés: “La sociedad es una trama compuesta por muchos tipos de vínculos y de afectos que forman parte de la red necesaria para la reproducción social y material de la vida: parientes, colegas, parejas, camaradas, vecinos… ¿Por qué y para qué, entonces, los amigos y las amigas?”.