El círculo en la oscuridad
- Francisco Vallenilla
- 15 feb
- 2 Min. de lectura
300 palabras sobre McGlue, de Ottessa Moshfegh

McGlue (2014), de Otessa Moshfegh. “Hay justicia para algunos. Todo un color entero de personas liberado y yo sigo aquí adentro pudriéndome hasta que me vuelva lo bastante loco como para creerme que soy el asesino que dicen que soy…”. ¿Y no lo eres? ¿Cómo puedes saberlo, si tú nunca quisiste saber nada, ni de niño ni de hombre, solo beber para borrarte del mundo? Viajaste encerrado en la sentina, con una herida en la cabeza, la ropa manchada de sangre, sin dientes y aquí te encuentras, de vuelta al hogar. Aunque no es exacto hablar así, porque esta no es la casa de tu madre, sino una celda, con un balde para tus excrementos y una jarra de agua con una taza de lata sobre una mesita. El piso está quieto, eso sí, y por momentos piensas que podrías ser feliz aquí… Pero, ¿lo serías? Tú, que no puedes dormirte sin haberte olvidado de tu nombre, de tu cara, de tu vida. A Johnson, ese hijo de adinerada familia que quería embarrarse en el fango y acabar con su padre, que te rescató de morir congelado en un bosque de New Haven y por quien te hiciste marinero, ¿fuiste tú quien lo mató? ¿Cómo es posible? Si lo que recuerdas es tu cabeza entre sus rodillas y sus manos en tu pelo, los dos “cálidos y cercanos y juntos así como puente y marea y tejado y cegados por la luz del sol y bien arropados, yo arrojado en mi amor por él como un lobo envuelto en mantas de buena lana merina gris, borrachos como hermanos”. Es Salem, a mediados del siglo XIX, y ya ves que, si una vez solo anhelaste un trago e irte sin saber a dónde, ahora estás de regreso y no tienes salvación.