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Grados de la ausencia

  • Foto del escritor: Francisco Vallenilla
    Francisco Vallenilla
  • hace 5 horas
  • 2 Min. de lectura

300 palabras sobre La fotografía, de Penelope Lively

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En un cuarto oscuro, la oscuridad se duplica al cerrar los ojos. Como la ausencia de luz, la de una persona también puede acentuarse. Es el caso de Kath, fallecida hace diez años. Su esposo, Glyn, es un arqueólogo de paisajes y descubre, mientras busca documentos para el artículo que está escribiendo, un sobre con la advertencia “no abrir - destruir”, que es tanto como decir a alguien “ábralo” y cerciórese por sí mismo. En la fotografía que encuentra en su interior, Kath está tomada de la mano con un hombre que no es él y también, por si no fuera suficiente, un breve texto. Glyn es un especialista en el pasado y por la naturaleza de su trabajo sabe cómo tirar del hilo de un dato para reconstruir escenas completas. Eso es lo que se propone: ampliar la imagen hasta una resolución que le permita recomponer sus recuerdos y, con suerte, recuperar la inocencia anterior al hallazgo. El vórtice de su investigación arrastrará a Elaine, su cuñada; a la pareja de esta, Nick; a la hija de ambos, Polly, y al amigo de todos ellos, Oliver. Kath, hermana menor de Elaine, no tenía una pizca de vanidad, pese a que su belleza electrificaba cualquier lugar donde se encontrara. Sin domicilio estable, tampoco estuvo nunca atada a ningún trabajo formal y tanto podía ayudar a organizar un festival de música como ser vendedora de frutas. Hablaba poco, pero no era retraída; al contrario, a su modo silencioso, avivaba su alrededor. Kath fue para quienes la conocieron más un sueño compartido que una presencia real, una sensación onírica intensificada con su muerte y todavía más ahora, cuando todos se han enterado del peso que arrastraba quien parecía vivir con la liviandad de un ave rendida a las corrientes cálidas de aire.  

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